viernes, 31 de octubre de 2008

Calaverita. Especialistas en medios

Por Radio y TV a Enrique se le veía estresado
Porque Silvia aún no había llegado
Y Calderón andaba muy enfadado
Pues de su información nada le habían mandado

Mientras salían malas notas para Cemex
Y se monitoreaba todo el barullo de Pemex
la huesuda en Especialistas hizo su aparición
y dijo a todos: "Pongan mucha atención":

"Aquí ya no es ni Televisa ni Ebrard el que manda,
pues de ustedes hoy me llevo una buena tanda".
Escuchó que alguien de una larga entrevista se quejaba
Y cuando vio que era Martha, decidió que se la llevaba.

Iris quiso pasar desapercibida
y Antena monitoreaba muy distraída
Pero La Parca se acercó con cautela
y, copiona, le dijo: "Vámonos, chicuela".

A la comadre por andar de escandalosa
La calaca amenazó con quitarle lo chistosa.
A Federico, Javier, Marcela y Karina
también se los llevó la muy ladina.

Ya Especialistas estaba vacío
y sin capturistas todo se convirtió en un lío
Los jefes rogaron: "Vete de una vez, Muerte,
O a todos los clientes dejaremos a su suerte".

sábado, 15 de marzo de 2008

Expresar y recrear pasiones: Sandro Cohen




Mi vida en New Jersey era convencional, de clase media, entre urbana y suburbana, sin mayor relieve, salvo por el hecho de estar tan cerca de Nueva York. Yo salí del estado para venir a México cuando tenía todavía 19 años, y entonces todo cambió…
Sandro Cohen nació el 27 de septiembre de 1953 en Estados Unidos. Es escritor –desde los ocho años--, crítico literario, columnista y editor. Llegó a México en 1973, y es mexicano por naturalización desde 1982.
Las oficinas de Editorial Colibrí en la Nueva Santa María son el lugar de trabajo de Sandro, pero también el espacio donde practica su pasión: tocar el piano. La pequeña habitación está dividida en dos por un librero. En la primera parte hay una sala, una torre de discos, un mueble lleno de libros apilados y distintos adornos; en la otra, los colaboradores de Sandro trabajan y conversan. Las paredes están tapizadas con carteles que anuncian los productos y eventos de Editorial Colibrí. El piano negro ocupa casi la mitad de una de ellas.
Vine a México para estudiar español y literatura americana. Ya varias veces había viajado como escritor mexicano, representando a México, pero con pasaporte de Estados Unidos y yo no me sentía de Estados Unidos. Me sentía en cambio plenamente identificado con la problemática mexicana, la cultura mexicana y, si yo iba a representarla en el extranjero, me parecía que tenía sentido hacerlo como mexicano. Eso debía hacer, y lo hice.
Fue en México donde tuvo la oportunidad de incursionar en el ambiente periodístico. Sus colaboraciones en prensa escrita revelan la variedad de géneros en los que ha incursionado. Empecé en El Nacional, que ya no existe; hacía notas sobre discos. Luego en Excélsior, en el suplemento con Emilio Valadés, en El Universal con Gustavo Sáinz y en el Uno más Uno durante muchos años con Humberto Bátiz, tanto en el diario como en el suplemento Sábado. Escribía crónica urbana, reseña de libros y una columna de opinión sobre cultura, parecida a la que escribo en Milenio actualmente. Luego colaboré en La Jornada, en muchas revistas también, y actualmente en Milenio. Su columna, Caja de resonancia, en donde trata los más diversos temas, se publica cada sábado en el suplemento cultural Laberinto. Para él, una de las mejores maneras que el ser humano tiene de conocerse es a través de la escritura, pues ésta refleja nuestra alma en toda su dimensión, según el columnista.
Sandro Cohen estudió letras hispánicas.
Me gustaba, me gustaba lo que había leído y quería leer más, saber más, conocer a escritores mexicanos. Acerca de los autores que más le gustan, dice: la lista se incrementa constantemente. Si me preguntas hoy, diré cuatro, cinco o seis autores; si me preguntas dentro de 15 días, serán otros; si me preguntas en cinco años, serán otros por completo… los autores que en un momento dado son los que le dicen algo a uno. Puedo decir que en este momento autores como Flaubert me interesan mucho. Stendhal me interesa mucho y son del siglo XIX. Vuelvo a la poesía de los siglos de oro siempre con muchísimo gusto y trato de leer a aquellos autores que realmente tienen algo que decirme en este momento. Leo mucho y gran parte de lo que leo es superficial: no merece siquiera que pierda el tiempo con ello. - ¿Por qué lo lees?
Por obligación, por profesionalismo, pero cuando leo por gusto trato de que sean obras que realmente me digan algo.
Antes de responder a cada pregunta, Sandro permanece pensativo, dirigiendo sus ojos verdes hacia otro lado. Después, a veces dando un gran suspiro, comienza a hablar. Al verlo, sus rasgos físicos delatan su lugar de nacimiento: mide aproximadamente 1.80, es blanco, de cabello rubio, por el que siempre se está pasando la mano peinándoselo hacia atrás. Habla perfectamente el español y, aunque plenamente identificado con México, su estilo sigue revelando su origen: no es cálido como la mayoría de los mexicanos, sino más bien serio y reservado. Sin embargo, el humor, irremediablemente norteamericano, se revela como uno de sus característicos rasgos.

Maestro de redacción
Me invitaron. Yo estaba en el Colegio de México en el departamento de publicaciones. Una compañera del doctorado en la UNAM estaba dando clases en la UAM. Necesitaban profesores, y dije que sí me interesaba. Entonces hice el examen de oposición y lo gané. Esto fue en 1980. Ahora, Sandro Cohen lleva casi 25 años dando clases de redacción en la Universidad Autónoma Metropolitana.
Un amigo me decía “¿por qué no haces tu libro?” porque me quejaba de los libros que había y un día lo hice. Aproveché una huelga que hubo en la UAM que duró seis semanas para hacer el borrador de la primera edición. Me tarde mucho más para corregirlo, muchísimo más, pero escribí el primer borrador en seis semanas.
- ¿Cuánto tardaste en completarlo?
Más de un año.
Sandro Cohen publicó su libro Redacción sin dolor en 1994, el cual acaba de ser reeditado por cuarta ocasión.
Mi método es concienciar al alumno para que entienda que la escritura es un ejercicio analítico, que es un ejercicio del pensamiento. No es cuestión de copiar las palabras por escrito que hubiéramos dicho en voz alta. Es muy diferente.
En términos técnicos enseño teoría de la oración: cómo se construyen las oraciones que utilizamos, cuáles son sus partes, cómo se relacionan, cómo se relacionan las oraciones entre sí, cómo combinarlas de manera eficaz para que digan lo que nosotros queremos decir. Esto es lo que propongo hacer.
- ¿Cuál has detectado que es el mayor problema al redactar?
No saber pensar claramente, no saber organizar los pensamientos y no diferenciar el lenguaje hablado del escrito.
Tuve un alumno que me juraba que el no tenía que aprender redacción ni ortografía, que para eso iba a tener secretaria. Gente así nunca aprende.
Lo que más me gusta (de dar clases) es lo que aprendo, porque siempre aprendo algo.

Lejos del paraíso
Después de publicar varios libros de poesía como De noble origen desdichado (1979) y Línea de Fuego (1986), entre otros, Sandro Cohen escribe su primera novela: Lejos del paraíso (1997). En ella recrea la ciudad de Cívica, lugar donde el clima es perfecto, todos gozan de trabajo y seguridad gracias al desarrollo tecnológico, y los libros ya no son necesarios. El placer se experimenta virtualmente. Nálogos es la ciudad atrasada, donde están los excluidos. Es ahí donde Ariel comienza a descubrir un mundo que ya había sido olvidado.
Necesidades expresivas: yo quería decir algo que no podía decir en verso porque no era eficiente o eficaz decirlo en verso. Había que contar una historia. Entonces decidí contar una historia.
- ¿Partiste de una realidad específica para crear en tu obra las ciudades de Cívica y Nálogos?
Sí, la Ciudad de México.
Cívica es una ciudad muy parecida a la Nueva Santa Fe. Habría que imaginar una Santa Fe terminada, con domo, aparte del resto de la ciudad con su propio sistema de transporte, su propio gobierno, su propia gente… bardeada. Esta es la idea.
No hay nada en Lejos del paraíso que no exista ahora en México. No, esto no va a pasar. Es una alegoría de lo que sucede actualmente. No es lo que vaya a pasar: ya pasó. No es que no existan libros, es que para mucha gente no existen los libros. No hay que inventarlo. Para millones y millones de mexicanos, los libros no existen, igual que en Nálogos y en Cívica. Para millones y millones de mexicanos la tecnología digital no existe también. Lo único que hice fue disfrazarlo un poco. No es que lo que sucede en la novela vaya a suceder en el futuro. Ya sucedió, es lo que vivimos actualmente.
-En el transcurso de la novela, Ariel va descubriendo la literatura, la poesía, los libros. ¿Eso refleja tu propio descubrimiento?
Totalmente.
Estaba a punto de no incluirlo, de eliminar todos los capítulos con letra que son las reflexiones de Ariel en primera persona y, antes de hacerlo, le di el libro a varias personas para leer. Una de las preguntas que hice fue ¿te parecería mejor con o sin estos capítulos? Todos dijeron que con los capítulos, que agregaban algo importante al libro: otra dimensión.
Eran muy propios. Yo sabía que era yo disfrazado del personaje. Eran como mis artículos en el periódico acerca de fenómenos artísticos. Entonces me sentía… no me sentía muy cómodo. Casi era como una intrusión, una intromisión personal en el libro, pero no era al parecer el punto de vista de estos lectores, y decidí dejarlos.

Editorial Colibrí
Tenía unos 45 años aproximadamente y decía que si algún día quisiera fundar una editorial, ahora es cuando porque después no voy a tener las ganas, la energía, y lo voy a lamentar. No importa si fracasa. La cosa es hacer el intento, hacer el mejor esfuerzo y que por mí no quede. Eso fue hace casi seis años, y aquí estamos todavía con muchas dificultades, muchas dificultades.
Por ejemplo, la distribución de los libros: hay muy pocas librerías en comparación con lo que había hace diez años, en comparación con lo que había hace cinco años.
Ni hablar: en comparación con lo que había hace treinta años cuando yo llegué a México. Era una ciudad llena de librerías; un país lleno de librerías. Ya no. Es muy difícil colocarlos, que la gente los vea, que la gente pueda comprarlos, y eso hace la vida económica de la editorial muy, muy complicada. Pero aquí estamos. Ha sido una experiencia muy valiosa, creo que importante incluso para México, no sólo para mí, y pues seguiremos. Hasta donde se pueda.
- ¿Con qué criterios eliges a los autores que publicas?
Con los míos, básicamente. Claro, tenemos lectores, pero si yo me convenzo de que un libro vale la pena, de que es un libro valioso, que tiene algo que ofrecer, algo que decir, si está disponible, si el autor no pide las perlas de la virgen, económicamente hablando, y si tenemos dinero para editarlo, lo editamos.

11 de septiembre
Recientemente, Sandro Cohen publicó, junto con su esposa Josefina Estrada, el libro De cómo los mexicanos conquistaron Nueva York, un reportaje acerca de la situación de los migrantes mexicanos en esta ciudad. Este libro fue escrito a partir de dos viajes que Cohen y su esposa realizaron antes y después del 11 de septiembre de 2001. Para Sandro Cohen, estos atentados marcaron cambios radicales en la ciudad y en la situación de los indocumentados.
Muy diferente. Antes la comunidad mexicana estaba muy optimista, tenía muchas esperanzas de legalizarse, de que hubiera un acuerdo migratorio importante. Había mucho trabajo, estaba mejorando la posición de los mexicanos migrantes en la ciudad, estaban siendo reconocidos como buenos trabajadores, como gente seria. Todo eso cambió. Mucha gente perdió su trabajo y las reglas de empleo se volvieron muy estrictas. Mucha gente que ya estaba en la clandestinidad, o de plano se fue, o se fue más abajo. Los empleos escasearon y todo se volvió mucho más difícil, mucho más difícil.
La gente se está recuperando pero, vaya, la ciudad todavía no se recupera, el país no se recupera. Es un momento muy difícil no sólo para los mexicanos, pero sobre todo para la gente que no tiene papeles. Los indocumentados no tienen en qué apoyarse. Cada vez es más difícil por la xenofobia que impera en Estados Unidos. Y Nueva York no es una ciudad xenófoba en comparación con muchas otras, pero es algo que impone el gobierno, y es muy difícil darle la vuelta.
Ya es un lugar común decir que todo cambió a partir del 11 de septiembre de 2001, pero es cierto: las leyes cambiaron, la economía cambió, las actitudes hacia el resto del mundo cambiaron. ¿Qué es lo que está igual? No sé. Es muy triste. Yo recuerdo ese día, recuerdo esa mañana… Era un día hermoso con un cielo despejado absolutamente azul. Era un día otoñal, cálido todavía. Estábamos de muy buen humor. Habíamos trabajado mucho. Yo no he vuelto a sentir eso desde entonces. Desde entonces vivimos con una sombra, una espada de Damocles, que siempre amenaza con caer.
- ¿Cómo te enteraste de que se habían caído las torres?
En la televisión. Al principio estábamos viendo los noticieros matutinos mientras me vestía, acababa de bañarme. Había una imagen de una avioneta que había chocado contra una de las torres. No sabían… ni siquiera hablaban todo el tiempo sobre eso: hablaban de otras cosas, volvían, luego seguían. Decían que había sido un avión más grande, que todo estaba bajo control, y así los primeros minutos hasta que llegó el otro. Cuando llegó el otro… ¡ya!, yo ya sabía que el mundo había cambiado porque eso no podía ser más que terrorismo. Ya valió, dije, esto ya valió. Y sí, los peores temores que teníamos se materializaron. Manhattan era ese día como la ciudad de México el día del temblor.
Nosotros estábamos por la calle sesenta y pico en la parte baja de Manhattan. La gente venía caminando. Serían como seis kilómetros a la punta de la isla donde fueron los atentados. La gente estaba blanca, toda ceniza por el colapso y en shock. Igual que en el 85.
- ¿Qué crees que representa la reelección de Bush para Estados Unidos y para México?
Pues un retroceso para la humanidad. Votaron por él por ignorancia y por miedo.
- ¿Miedo a más actos de terrorismo?
Sí, y a lo desconocido.


Poesía y música
Uno lo sabe, uno lo sabe porque le gusta, porque le da placer leer poesía: expresarse en verso, y a lo largo de los años se va haciendo parte de uno.
Empecé leyendo en inglés, y en la prepa empecé a leer en español. Ahora leo también en francés, y es un mundo que uno no va a terminar nunca de descubrir. Es un aprendizaje constante y son muchos los autores con los que me he atravesado, con los que me he formado, desde la Biblia hasta nuestros días. Lo importante no está en los nombres, no guardan ningún secreto porque uno no podría leer a un autor desconocido. No, son todos poetas conocidos y uno podría decir bueno, son los normales, y uno que otro menos conocido. Eso no es lo importante, sino la experiencia del descubrimiento poético.
Es como el descubrimiento de la música: cuando uno se da cuenta de que algo está sucediendo, algo que va más allá de lo que aparenta la superficie de las cosas. Es esta expresión compacta que en muy pocas palabras puede evocar todo un mundo, que puede afectar un estado de ánimo, que puede abrir los ojos de uno. Esto ocurre en el arte, en todas las bellas artes. Lo descubrí muy pronto con la poesía y la música, y lo sigo descubriendo todos los días.
- ¿Qué te apasiona?
Tocar el piano. Tengo poco más de un año estudiando. Siento un enorme placer. Es un desafío, y el premio, por decirlo así, que uno gana al invertir tanto tiempo y esfuerzo en algo así es enorme, enorme y no se compara con nada. Es como la escritura, como la poesía, pero es algo que puede ser compartido simultáneamente. Son muy parecidas. Bueno, hay enormes diferencias pero el fenómeno es muy parecido para mí. La música y la literatura siempre han ido de la mano.
Son dos lenguajes radicalmente diferentes para expresar lo que, para la mayoría de las personas, es inexpresable. Lo que expresan son interioridades muy diferentes, pero son absolutamente complementarias. Para mí la poesía es el medio de expresión más importante, y ahí incluye también la prosa. Sé que no tiene sentido. La escritura, el género que sea, es lo que yo uso para expresarme. Al tocar música permito que el pensamiento de otros pase por mí, y es igualmente fascinante recrear esa pasión, la pasión de otros. Es como leer poesía pero… mucho más, mucho más intenso.