domingo, 20 de mayo de 2007

Montañismo: Una oportunidad de vida

Valor no es la ausencia de miedo, sino la certeza de que existe algo más importante que el miedo.

“Es muy difícil de explicar. Fue un año y medio de estar viendo libros, revistas, las fotos de la montaña y de repente estás ahí. Bueno, no de repente, porque hiciste mucho para llegar, y se te salen las lágrimas de la emoción. A mí me dieron como nervios, ansia, mucha, mucha emoción”. Así describe Arturo Valenzuela su arribo a la cima del Aconcagua, el pico más alto fuera de Asia.
El montañismo ha sido parte de su vida durante 18 años. Empezó cuando “tenía 12 años, en un grupo de montaña que había en mi escuela: la Fundación Mier y Pesado, una escuela lasallista. Los hermanos formaron un grupo de montaña. Íbamos a caminar nada más, o a subir a veces el Izta, el Popo”.
Con el tiempo, Valenzuela empezó a practicar varias clases de escalada, aunque su especialidad es la alta montaña: “Montañismo es una manera de llamar al deporte integralmente, pero hay, por ejemplo, escalada en roca. Ésta se divide en lo que es búlder, que es escalar paredes muy pequeñas, pero de alta dificultad. También hay escalada libre, deportiva, en top road, en hielo, o escalada mixta. Están los ascensionistas, que suben las grandes montañas, las de más altitud”.
-¿Qué es para ti el montañismo?
- Es una oportunidad. Una oportunidad de vida, de ser parte de la naturaleza, de superar tus límites. Es ir a un lugar donde puedo estar conmigo mismo. Nada más.
-¿Lo que más te gusta de este deporte?
- Estar conmigo. Llegar más allá de tus límites. Saber cuáles son y, ya identificados, superarlos. Una y otra vez.
- ¿Qué se necesita para ser montañista?
- Querer serlo. Hay gente gordita, flaca, altos, chaparros. Querer serlo, nada más. Querer estar ahí, enfrentarte a retos muy fuertes y superarlos. Y ser disciplinado.

En México, Arturo Valenzuela ha alcanzado varias cimas: el Popocatépetl, el Iztacihuatl, el Nevado de Toluca y la más alta, el pico de Orizaba, con una altitud de 5,700 metros aproximadamente. Después, sus expectativas se fijaron en una montaña del extranjero: el Aconcagua (6,960 m) en Los Andes argentinos.
“Fue con unos amigos que conocí, un grupo que ya estaba hecho. Tenían planes de ir al extranjero y yo no tenía con quien salir. Planeaba irme a Perú, solo, porque allá se junta mucha gente y consigues con quien escalar. Me invitaron a su proyecto del Aconcagua, empezamos a entrenar y nos tardamos alrededor de un año, año y medio en hacer nuestro proceso de entrenamiento, de convivencia, de estar juntos, de hacernos amigos”.
“Me tardé, entre aclimatación y todo, 15 días en subir y bajar”, comenta el montañista. Perdió 12 kilos en esta expedición. Durante cinco días, sólo comió un litro de sopa, dos puños de fruta seca y tres tiras de jamón serrano. El agua la obtenían de la nieve, pero era necesario ponerle un poco de sal o sabor en polvo, ya que al ser tan pura, no hidrata por sí sola.
En la cima, el reloj de Arturo marcaba como temperatura 32º bajo cero. “Debíamos estar entre los 35 y 37, con todo y viento”. Ahí, cuenta Arturo, “las otras montañas se ven muy pequeñas y en el horizonte ves una línea azul, que es el mar. Tienes un ángulo de visión de 800 kilómetros. Te purificas, sales limpio”.
Además, el montañista asegura que “después de los 5,000 metros, todo es mental. Te das mañas para domar a tu mente, que siempre está en contra tuya, por el frío, la altura…”. Para obtener ese control mental, Valenzuela se ayuda de la introspección, un poco de yoga y literatura. “Es necesario leer mucho. Cuando ya tienes un objetivo, la mayoría de la información que obtienes es de libros, revistas y de boca a boca”.
El montañismo, como todos los deportes, tiene sus dificultades. “Estás normalmente en territorios muy hostiles: frío, viento, altura, paredes verticales… Nunca estás exento de accidentes. Pero es un deporte muy seguro. Son riesgos muy controlados. Si tú trabajas bien con tu equipo, con tu material, no debes tener ningún problema. Puede fallar alguna vez el material, o algún error humano. Hay muchos accidentes: desde torceduras de tobillo a un accidente grave, y gente que muere”.
Recuerda una anécdota durante la expedición al Aconcagua: “En el ascenso, vi a un gringo que iba descendiendo. De repente, se lo llevó el viento. ¡A un hombre de 90 kilos! Se salvó porque se detuvo en el geizer, pero el viento se lo llevó”. Arturo no ha sufrido accidentes: “Nunca. He tenido caídas escalando en roca, pero es algo normal en el deporte: caerte y quedar colgando de la cuerda. Pero un accidente como tal, no”.
El costo del montañismo es también una de sus mayores dificultades. En el caso de la expedición al Aconcagua, cada quien pagó su viaje. Arturo invirtió 25,000 pesos aproximadamente. “Es muy caro, sobre todo por el equipo: la mayor parte viene del extranjero, de Europa”, dice.
Para Valenzuela el financiamiento proviene de otras actividades. “Tengo un negocio de arte gráfico, de diseño, de impresión y artículos publicitarios. Y damos cursos. De repente unos amigos y yo damos cursos de escalada en roca, de media montaña, de alta montaña por la Marquesa, en el Ajusco, en los Dinamos, en el Nevado de Toluca, por el Iztacihuatl”.
Después habla de las condiciones del montañismo en México: “Hay excelentes montañistas porque nacimos en una ciudad muy alta. Entonces no nos es muy difícil acostumbrarnos a la altitud, pero aquí en México el problema principalmente son los medios, que alguien en su trabajo pueda conseguir permiso para irse a una expedición de tres meses, que consigas el dinero porque una expedición de esas (al K2) te sale en 300,000 pesos. En México el principal impedimento son los medios porque hay muy buen nivel, sobre todo en montañistas de altitud”.
- ¿Hay algo que no te guste del montañismo?
- Del deporte, no. De su entorno, sí. Hay muchas grillas en los clubes, acaparan oportunidades. El dueño del club puede conseguir un patrocinio y él lo otorga, pero es más por dedazo y amiguismos. Y tampoco ellos tienen la obligación de conseguir dinero. No hay difusión en México, ni ayuda gubernamental, porque no hay apoyos. Ni siquiera para rescates o cosas así. Ellos pagan su equipo, su transporte y todo. No hay un apoyo ni una difusión. Muchas veces necesitas estar en un club.
Comparado con otros deportes, el montañismo no es muy popular en México: “También las montañas se han deteriorado mucho porque ya va mucha gente a escalar. Respecto al fútbol, por ejemplo, es nada la práctica del montañismo. Pero ya se empieza a ver la afectación en las montañas por la gente que va, que dejan basura, que rayan piedras, que pintan”.
Dentro de los planes de Arturo, sin embargo, podría encontrarse una pequeña contribución a la situación del montañismo en México mediante la formación de un club. “Estoy formando uno, con amigos. Con los cursos que estamos dando. No es un club con un fin de lucro como tal. Es para poder conseguir patrocinios como club, para nosotros, y para la gente que vaya entrando, que está empezando a escalar: que puedan aprender, dar muchos datos, tener mucha literatura acerca del deporte, de técnicas”. La finalidad, dice, es hacer una buena recopilación para sacar buenos montañistas que puedan seguir y lograr patrocinios.
Dar cursos es parte de estos planes. Ellos mismos los imparten y difunden. “Hicimos nuestros manuales para entregarle algo ya escrito a la gente. No es algo que tenga una validez oficial. Es para gente que quiera aprender a escalar, a subir montañas. Nada más”, afirma Arturo.
Además, persiten también sus ambiciones personales, la montaña que más desea escalar: “El Everest todo el mundo lo quiere hacer, pero hay otra montaña que se llama el K2 Chogori (8,611 m). Está en Pakistán y es la segunda más alta en el mundo. De las que miden más de 8,000 metros. Esa es la más difícil y sería mi sueño. Pero hay que ir poco a poco para llegar a eso”.
Y, añade, “tenemos planes el próximo año de irnos a Perú al Alpamayo y el Huascarán. El Alpamayo es una montaña muy bonita, catalogada por la UNESCO (1966), después de un concurso de fotografía, como la montaña más bonita del mundo. Es una pared de hielo de 400 metros de altura. Ya la altitud son como 5,500 o 6,000 metros”.
Así, Arturo Valenzuela expresa sus deseos de seguir conquistando cimas. Confiesa el miedo natural en el montañista a perder la vida escalando, pero en cada una de sus palabras se refleja esa pasión por lo que hace cuando afirma: “Hacer las cosas a pesar del miedo es lo que cuenta”. Porque lo importante, para él, sigue siendo superar sus límites, una y otra vez.