miércoles, 28 de enero de 2009

Sobre el periodista del siglo, el que sobrevive.


“Nuestra profesión es una lucha constante entre nuestro propio sueño, nuestra voluntad de ser completamente independientes y las situaciones reales en que nos encontramos, que nos obligan a ser, en cambio, dependientes de los intereses, puntos de vista, expectativas de nuestros editores”, decía Riszard Kapuscinski (periodista polaco, 1932-2007).
El conservó esa voluntad hasta el final, y sólo queda reflexionar sobre su forma de hacerlo, en un país donde el periodismo libre apenas existe. “Los medios de comunicación se mueven en manadas, como rebaños de ovejas; no pueden desplazarse de forma aislada”, describía el periodista del siglo. Ese “rebaño” –como lo llamo él— va a los mismos lugares y habla de lo mismo en diferentes periódicos y, sólo en la superficie, de distinta manera.
Cuando entré a la carrera de Ciencias de la Comunicación, pensé que ésta era la profesión más apasionante, activa y satisfactoria. Pero cuando conocí –dentro de un medio—el amarillismo, autoritarismo y la falta de ética, mi percepción cambió. Sigo creyendo que es un oficio emocionante, lleno de posibilidades, entre ellas, conocer permanentemente nuevas situaciones y personas. Es un oficio que se trabaja bajo presión, y en exceso demandante y absorbente. A quien no le apasione, la misma profesión terminará por aplastarlo.
No para todos es así. Las formas de Kapuscinski se discuten una y otra vez en el aula. Y ese oficio apasionante se defiende desde la academia. Afuera es diferente. En los medios masivos y tradicionales –sobre todo en los que se han vendido o consagrado a una u otra ideología—siempre hay personas que no sólo corrigen o editan, sino que recortan, presuponen, falsean, cambian… censuran. Eso no es periodismo. Al menos no lo fue para “el periodista del siglo”.
Periodismo es –ante todo—libertad (no confundir con libertinaje o con textos que mediante sutilezas o falta de fundamento pretenden hacer pasar por verdadero lo que no lo es). Eso le permitió a Kapuscinski sobrevivir y destacar entre el “rebaño”: su libertad, su capacidad para observar, su forma de involucrarse en los hechos e informar desde su perspectiva (siempre verazmente), eso que llamó los cinco sentidos del periodista: estar, ver, oír, compartir, pensar.
Y, aunque a veces lo parezca, su estilo no murió con él y no lo hará mientras existan otro tipo de publicaciones. Cuando escuché por primera vez acerca de Erotana, mi primer pensamiento fue: “¿Cómo? ¿Una revista que publica de todo? ¿Lo que sea?”. Me parecía muy extraño. Quizá por esos esquemas limitados que enarbola el periodismo tradicional, esa excesiva especialización y eso que la publicidad llama “segmentación del mercado”: suplementos para niños, revistas para mujeres jóvenes, secciones de deportes, revistas científicas… en fin, públicos siempre predeterminados.
Pero, ¿quién dijo que debía ser así? En Erotana todo cabe, incluso textos periodísticos. Y esa es la cualidad que yo agradezco porque la convierte en un espacio más para ejercer el oficio en libertad. Ahí hay libertad y respeto: la libertad para sus colaboradores de escribir lo que deseen y el respeto de publicar sus textos íntegros. En mi profesión, la mayor satisfacción es ver publicado lo que se escribe tal y como se hizo, imaginó, planeó y lo estructuró.
Kapuscinski tuvo esa oportunidad, la aprovechó y le funcionó. Sobre todo cuando publicó largos reportajes como libros completos. Claro, siempre recordando, como todo periodista –a diferencia de otros escritores—que escribía para otros, no para él mismo. Sin embargo, eso no significaba coartar su libertad, limitar sus ideas, su imaginación y creatividad.
Este pequeño texto nació poco más de un mes después de su muerte (enero/2007). Por obra del azar, permaneció guardado. Poco ha cambiado y lo importante es recordar cómo ejerció Kapuscinski su oficio. Tal vez la necesidad, y también la responsabilidad, harán que los periodistas trabajemos en los medios tradicionales porque es la mejor forma de llegar a más gente y la única manera de cambiar –lo que se pueda—es desde adentro. Pero no debemos olvidar el periodismo independiente (ese que él practicó con constancia) ni a las publicaciones que le ofrecen un espacio. Es una forma de conservar vivos los cinco sentidos del periodista y de sobrevivir entre el “rebaño”.

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